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Crecimiento económico no es sinónimo de mejora en oportunidades

El retorno de Costa Rica a los niveles de crecimiento económico que mostró antes de la pandemia no es sinónimo de una mejora estructural en las oportunidades laborales.


Así lo sostiene el Informe Estado de la Nación 2023, según el cual aunque el país produjo un 11% más en el segundo trimestre de 2023, registró un 3% menos de las personas ocupadas en 2019.


Menciona que el año pasado, por ejemplo, las actividades productivas relacionadas con el régimen especial, como la industria manufacturera, superaron los niveles de empleo registrados en 2019. Pero sectores orientados al mercado local, como la construcción, los hoteles y restaurantes, presentaron rezagos.


La investigadora Pamela Jiménez Fontana, del Estado de la Nación, señaló que la enorme fragilidad de la economía costarricense quedó evidenciada con la pandemia y el proceso de recuperación. La crisis afectó de manera más profunda a los sectores sociales y empresariales más vulnerables.


Aseguró que esa fragilidad se mantendrá latente mientras el país no logre fortalecer a los sectores que se han mantenido rezagados, al mismo tiempo que se fortalece la política social.


“En este panorama es vital diseñar políticas de desarrollo que aborden estas desigualdades y no solamente enfocarse en los grandes sectores vinculados al mercado internacional”, dijo.

Desigualdad

De acuerdo con el informe, la economía de Costa Rica presentó en 2022 una tasa de crecimiento aproximado del 4,3%, similar al promedio del periodo 2005-2019.

Sin embargo, tras esa aparente “normalización” postpandemia, se esconde una creciente disparidad productiva y laboral, especialmente visible en la economía tradicional y las regiones periféricas del país, indica.

“La producción muestra dos caras. Por un lado, el régimen especial, compuesto principalmente por empresas en zonas francas ubicadas mayoritariamente en la Gran Área Metropolitana (GAM), que creció un 11,9% en 2022. Por otro, el régimen definitivo, que engloba la mayor parte del tejido empresarial del país, creció un 3,4% el año pasado”, amplía el estudio.

Es decir, el sector de la economía que más empleos genera y más aporta al Producto Interno Bruto (PIB), el régimen definitivo, es el que menos crece. En 2022, el régimen definitivo compuso el 87% del PIB y el régimen especial el 13%.

Además, la concentración de las zonas francas en la GAM genera oportunidades de crecimiento económico desiguales. Actualmente, ocho cantones de la GAM concentran el 54% de la producción costarricense.

“En perspectiva de mediano plazo, la productividad de las zonas francas creció un 10,9% entre el 2016 y el 2022. Pero este indicador fue de -0,1% para el resto de la producción. La consecuencia de esta dualidad, que sigue acentuándose, es la generación insuficiente de empleos”, menciona el informe.

“Los datos nos siguen mostrando que el rezago de la productividad fuera del régimen especial limita el crecimiento equitativo de la economía. En este sentido, el éxito de las zonas francas es importante, pero no es suficiente para el desarrollo del país”, afirma Jiménez Fontana.

En lo que va de 2023, el régimen especial registra crecimientos superiores al 20% y el régimen definitivo muestra un crecimiento que no supera el 2,8%.

Jiménez Fontana señala que, independientemente del sector, las exportaciones cuentan con los niveles de productividad más altos. La vinculación con el mercado exterior estaría llevando a las empresas a optar por procesos productivos más eficientes para competir con otros países.

Actualmente, 6 de cada 10 bienes que Costa Rica vende al extranjero se producen en el régimen especial. El aporte principal proviene de las empresas que manufacturan instrumentos médico-quirúrgicos, máquinas y aparatos eléctricos, que significaron más de $7.000 millones en ventas el año pasado. En contraste, los principales productos tradicionales exportados bajo el régimen definitivo, como frutas, café y plásticos, generaron $2.600 millones en ventas externas.

Rezagos

El  informe indica que con ese panorama no existen avances en el clima de negocios para los sectores empresariales más vulnerables.

Las microempresas, los negocios de capital nacional y los dedicados al mercado interno siguen teniendo una menor expectativa de vida en comparación con las empresas vinculadas con el sector externo y con las de mayor tamaño.

“Mientras que las microempresas tienen una expectativa de vida al quinto año de operación del 53%, para una empresa grande este porcentaje es del 95%”, especificó la investigadora.

En el caso de las empresas de capital nacional y las dedicadas al mercado interno, la sobrevivencia al quinto año es del 55% para ambas. En contraste, el 84% de las empresas de capital extranjero y el 78% de las que exportan permanecen operando al quinto año.

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